jueves, 15 de septiembre de 2011

Algunas citas escogidas de la Agrupación Familiar Tradicionalista Santiago Apóstol


ALGUNAS CITAS ESCOGIDAS

NOTA BENE: De acuerdo con la enseñanza de la Iglesia, «hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró la santa madre Iglesia y jamás hay que apartarse de ese sentido so pretexto y nombre de una más alta inteligencia. “Crezca, pues, y mucho y poderosamente se adelante en quilates, la inteligencia, ciencia y sabiduría de todos y de cada uno, ora de cada hombre particular, ora de toda la Iglesia universal, de las edades y de los siglos; pero solamente en su propio género, es decir, en el mismo dogma, ‘eodem sensu eademque sententia’, en el mismo sentido, en la misma sentencia”». Concilio Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius, c. 3: DS 3020 (Dz 1800).

Con respecto a la custodia de la integridad de la fe católica frente a la hermenéutica de ruptura del Concilio Vaticano II con la Tradición, la explicación teológica de expresiones o formulaciones particulares presentes en los documentos del Concilio Vaticano II y del Magisterio sucesivo, la  “Agrupación Familiar Tradicionalista Santiago Apóstol” entiende ha de realizarse en continuidad homogénea (‘eodem sensu eademque sententia’) del Magisterio sucesivo con el Magisterio precedente, y no al contrario, pues “es evidentemente falso el método que trata de explicar lo claro con lo oscuro; antes bien, es menester que todos sigan el orden inverso” (cf. Pío XII, Encíclica Humani generis, n. 15).

Doctores de la Iglesia

Ne forte credat, quod sibi sufficiat lectio sine unctione, speculatio sine devotione, investigatio sine admiratione, circumspectio sine exultatione, industria sine pietate, scientia sine caritate, intelligentia sine humilitate, studium absque divina gratia, speculum absque sapientia divinitus inspirata.

«No es suficiente la lectura sin el arrepentimiento, el conocimiento sin la devoción, la búsqueda sin el impulso de la sorpresa, la prudencia sin la capacidad de abandonarse a la alegría, la actividad disociada de la religiosidad, el saber separado de la caridad, la inteligencia sin la humildad, el estudio no sostenido por la divina gracia, la reflexión sin la sabiduría inspirada por Dios». SAN BUENAVENTURA (Ob., Conf., y Doct. Igl.), Itinerarium mentis in Deum, Prologus, 4.

Cum enim gratia non tollat naturam, sed perficiat, oportet quod naturalis ratio subserviat fidei; sicut et naturalis inclinatio voluntatis obsequitur caritati.

«Como quiera que la gracia no suprime la naturaleza, sino que la perfecciona, es necesario que la razón natural esté al servicio de la fe, de la misma forma que la tendencia natural de la voluntad se somete a la caridad». SANTO TOMÁS DE AQUINO (Conf., y Doct. Igl.), Summa Theologiae, I, q. 1, a. 8, ad 2.

Romanos Pontífices

La Iglesia no ha de ser excluida de la vida social, de la legislación

«Error grande y de muy graves consecuencias es excluir a la Iglesia, obra del mismo Dios, de la vida social, de la legislación, de la educación de la juventud y de la familia. Sin religión es imposible un Estado bien ordenado. Son ya conocidos, tal vez más de lo que convendría, la esencia, los fines y las consecuencias de la llamada moral civil. La maestra verdadera de la virtud y la depositaria de la moral es la Iglesia de Cristo. Es ella la que defiende incólumes los principios reguladores de los deberes». LEÓN XII, Encíclica Immortale Dei, n. 15 (1 de noviembre de 1885).

«En cambio, si los hombres, pública y privadamente, reconocen la regia potestad de Cristo, necesariamente vendrán a toda la sociedad civil increíbles beneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia. La regia dignidad de Nuestro Señor, así como hace sacra en cierto modo la autoridad humana de los jefes y gobernantes del Estado, así también ennoblece los deberes y la obediencia de los súbditos. Por eso el apóstol San Pablo, aunque ordenó a las casadas y a los siervos que reverenciasen a Cristo en la persona de sus maridos y señores, mas también les advirtió que no obedeciesen a éstos como a simples hombres, sino sólo como a representantes de Cristo, porque es indigno de hombres redimidos por Cristo servir a otros hombres: Rescatados habéis sido a gran costa; no queráis haceros siervos de los hombres (1 Cor 7, 23)». PÍO XI, Encíclica Quas Primas, n. 17 (11 de diciembre de 1925).

Nolite timére Christum excípere eiúsque potestátem suscípere! Auxiliámini Summum Pontíficem et omnes qui Christo et, cum Christi potestáte, hómini totíque humáno géneri servíre cúpiunt! Nolíte timére! Aperíte, immo, expándite iánuas Christo! Eius salvíficae potestáti aperíte Státuum fines, systémata oeconómica nec non política, vastas cultúrae, civílis cultus et progressiónis províncias. Nolíte timére! Christus scit «quid in hómine sit». Solus Ille novit! «¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! ¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera! ¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce “lo que hay dentro del hombre”. ¡Sólo Él lo conoce!». B. JUAN PABLO II, Homilía en el comienzo de su Pontificado, n. 5 (22 de octubre de 1978).

El error no tiene derechos

«Porque el derecho es una facultad moral que, como hemos dicho ya y conviene repetir con insistencia, no podemos suponer concedida por la naturaleza de igual modo a la verdad y al error, a la virtud y al vicio. Existe el derecho de propagar en la sociedad, con libertad y prudencia, todo lo verdadero y todo lo virtuoso para que pueda participar de las ventajas de la verdad y del bien el mayor número posible de ciudadanos. Pero las opiniones falsas, máxima dolencia mortal del entendimiento humano, y los vicios corruptores del espíritu y de la moral pública deben ser reprimidos por el poder público para impedir su paulatina propagación, dañosa en extremo para la misma sociedad». LEÓN XII, Encíclica Libertas praestantissimum, n. 18 (20 de junio de 1888).

Praeter vel contra veritatem nulla libertas habetur. «No hay libertad fuera o contra la verdad». B. JUAN PABLO II, Encíclica Veritatis Splendor, n. 96 (6 de agosto de 1993).

«“Tu vara y tu cayado me sosiegan”: el pastor necesita la vara contra las bestias salvajes que quieren atacar el rebaño; contra los salteadores que buscan su botín. Junto a la vara está el cayado, que sostiene y ayuda a atravesar los lugares difíciles. Las dos cosas entran dentro del ministerio de la Iglesia, del ministerio del sacerdote. También la Iglesia debe usar la vara del pastor, la vara con la que protege la fe contra los farsantes, contra las orientaciones que son, en realidad, desorientaciones. En efecto, el uso de la vara puede ser un servicio de amor. Hoy vemos que no se trata de amor, cuando se toleran comportamientos indignos de la vida sacerdotal. Como tampoco se trata de amor si se deja proliferar la herejía, la tergiversación y la destrucción de la fe, como si nosotros inventáramos la fe autónomamente. Como si ya no fuese un don de Dios, la perla preciosa que no dejamos que nos arranquen. Al mismo tiempo, sin embargo, la vara continuamente debe transformarse en el cayado del pastor, cayado que ayude a los hombres a poder caminar por senderos difíciles y seguir a Cristo». BENEDICTO XVI, Homilía en la Santa Misa con ocasión de la clausura del Año Sacerdotal (11 de junio de 2010).

Cristo no ha de ser silenciado en las reuniones internacionales y en los Parlamentos

«Además, para condenar y reparar de alguna manera esta pública apostasía, producida, con tanto daño de la sociedad, por el laicismo, ¿no parece que debe ayudar grandemente la celebración anual de la fiesta de Cristo Rey entre todas las gentes? En verdad: cuanto más se oprime con indigno silencio el nombre suavísimo de nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo y con mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad». PÍO XI, Encíclica Quas Primas, n. 25 (11 de diciembre de 1925).

«Hoy muchos sostienen que a Dios se le debe “dejar en el banquillo”, y que la religión y la fe, aunque convenientes para los individuos, han de ser excluidas de la vida pública, o consideradas sólo para obtener limitados objetivos pragmáticos. Esta visión secularizada intenta explicar la vida humana y plasmar la sociedad con pocas o ninguna referencia al Creador. Se presenta como una fuerza neutral, imparcial y respetuosa de cada uno. En realidad, como toda ideología, el laicismo impone una visión global. Si Dios es irrelevante en la vida pública, la sociedad podrá plasmarse según una perspectiva carente de Dios. Sin embargo, la experiencia enseña que el alejamiento del designio de Dios creador provoca un desorden que tiene repercusiones inevitables sobre el resto de la creación. Cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el “bien”, empieza a disiparse. Lo que se ha promovido ostentosamente como ingeniosidad humana se ha manifestado bien pronto como locura, avidez y explotación egoísta». BENEDICTO XVI, Discurso en la Fiesta de acogida de los jóvenes en el muelle “Barangaroo East Darling” (17 de julio de 2008).

La Cruz y la Cruzada

«La cruz de Cristo, aunque que su solo nombre haya llegado a ser para muchos locura y escándalo (cf. 1 Cor 1, 23), sigue siendo para el cristiano la señal sacrosanta de la redención, la bandera de la grandeza y de la fuerza moral. A su sombra vivimos, besándola morimos; sobre nuestro sepulcro estará como pregonera de nuestra fe, testigo de nuestra esperanza, aspiración hacia la vida eterna». PÍO XI, Encíclica Mit Brennender Sorge, n. 31 (14 de marzo de 1937).

«No lamentos, acción es la consigna de la hora; no lamentos de lo que es o de lo que fue, sino reconstrucción de lo que surgirá y debe surgir para bien de la sociedad. Animados por un entusiasmo de Cruzados, a los mejores y más selectos miembros de la Cristiandad toca reunirse en el espíritu de verdad, de justicia y de amor al grito de “¡Dios lo quiere!”, dispuestos a servir, a sacrificarse, como los antiguos Cruzados. Si entonces se trataba de liberar la Tierra Santificada por la vida del Verbo de Dios encarnado, se trata hoy, si podemos expresarnos así, de una nueva expedición para liberar, superando el mar de los errores del día y de la época, la Tierra Santa espiritual, destinada a ser la base y el fundamento de normas y leyes inmutables para construcciones sociales de sólida consistencia interior». PÍO XII, Radiomensaje de Navidad, n. 31 (24 de diciembre de 1942).

Naturaleza y gracia, razón y fe

«... Otros desvirtúan el concepto del carácter gratuito del orden sobrenatural, pues defienden que Dios no puede crear seres inteligentes sin ordenarlos y llevarlos a la visión beatífica. Y, no contentos con esto, contra las definiciones del concilio de Trento, destruyen el concepto del pecado original, junto con el del pecado en general en cuanto ofensa de Dios, así como también el de la satisfacción que Cristo ha dado por nosotros...». PÍO XII, Encíclica Humani Generis, n. 12 (12 de agosto de 1950).

«San Alberto Magno y santo Tomás, aun manteniendo un vínculo orgánico entre la teología y la filosofía, fueron los primeros que reconocieron la necesaria autonomía que la filosofía y las ciencias necesitan para dedicarse eficazmente a sus respectivos campos de investigación. Sin embargo, a partir de la baja Edad Media la legítima distinción entre los dos saberes se transformó progresivamente en una nefasta separación. Debido al excesivo espíritu racionalista de algunos pensadores, se radicalizaron las posturas, llegándose de hecho a una filosofía separada y absolutamente autónoma respecto a los contenidos de la fe. Entre las consecuencias de esta separación está el recelo cada vez mayor hacia la razón misma. Algunos comenzaron a profesar una desconfianza general, escéptica y agnóstica, bien para reservar mayor espacio a la fe, o bien para desacreditar cualquier referencia racional posible a la misma». B. JUAN PABLO II, Encíclica Fides et Ratio, n. 45 (14 de septiembre de 1998).

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